Llega Mayo, con él las lluvias, las flores y, por supuesto, el Día de las Madres, un momento no solo para correr tras los regalitos y las postales, sino también sostener una mano, decir “te quiero”, “eres única”, “siempre seré tu hijo”; el espacio ideal para reconocer a aquella con la que, durante un tiempo, formamos un solo ser.
La celebración del Día de las Madres o Día de la Madre, como se le conoce en muchos países, tiene un origen diverso. Se plantea que en la antigua Grecia, hacia el 250 a.n.e., se dedicaban festivales a la diosa Rhea, madre de las deidades Júpiter, Neptuno y Plutón.
Viajando en el tiempo descubrimos que durante el siglo XVII, en Inglaterra se estableció el Mothering Day, el cuarto domingo luego de Pascua (diciembre). En esta fecha los sirvientes de los grandes castillos tenían el día libre y pagado, y eran alentados a que volvieran a sus pueblos natales, para visitar a sus madres y compartir una jornada de festividades y agradecimientos en la iglesia local, tradición que fue asimilada medianamente por los estadounidenses del siglo XIX.
El origen de esta fecha, tal y como hoy la conocemos, se remonta a 1905 cuando la maestra de Filadelfia, Anna Jarvis, a raíz de la pérdida de su propia progenitora, comprendió cuán importante es demostrar el afecto a las madres mientras la tenemos con nosotros.
Anna, junto a un grupo de amigos, comenzó una campaña por correo para tener el apoyo de ministros influyentes, hombres de negocios y congresistas y poder declarar oficialmente una fecha festiva para ellas.
Como resultado de sus esfuerzos el primer Día de las Madres fue reconocido en una ceremonia religiosa el 10 de mayo de 1908. Los claveles, flores favoritas de las Jarvis, se utilizaron como adorno. Desde entonces, el rojo simboliza a las madres con vida, y el blanco representa a aquellas que ya no nos acompañan.
La práctica se hizo ley cuando en 1914, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la fecha como el Día de las Madres y se declaró fiesta nacional. Hacia 1911 este día especial se celebraba en lugares como Canadá, China, Japón, Sudamérica y África y actualmente decenas de países dedican el segundo domingo de mayo para honrar a aquellas que nos dieron la vida.
En Cuba se ha considerado al municipio de Santiago de las Vegas, el lugar donde de manera masiva iniciaron los festejos. Sin embargo, recientes revelaciones muestran que el mérito corresponde a la localidad tunera de Puerto Padre, promovido por el doctor Eduardo Queral Mayo.
Sucedió el 6 de abril de 1920, un mes antes de que Francisco Montoto las homenajeara en el Centro de Instrucción y Recreo de la localidad habanera, donde también se efectuó en fecha temprana. Un año después se celebró en La Habana.
El 10 de mayo de 1919, Queral se inició en la logia Los Perseverantes, de Puerto Padre, donde a principios de 1920 presentó una moción para declarar el segundo domingo de mayo como el Día de las Madres.
Según reporta la prensa de la época, el 22 de abril de 1921, a propuesta del periodista Víctor Muñoz se le dio carácter oficial, al ser aprobada por el ayuntamiento de La Habana, la celebración de esta fecha y en 1928 se extendió a todo el país.
Ya son más de ocho las décadas que nos separan de la primera ceremonia, e incontables resultan los homenajes. No hay día específico para retribuir el amor y el cariño con que nos cuidan y protegen.
Nuestras madres son, además, ejemplo de sacrificio y consagración. Con satisfacción las vemos desenvolverse en disímiles tareas. Orgullosos nos sentimos cuando procedemos de una obrera destacada, una maestra, doctora u oficial militar. Más aún cuando es capaz de dignificar el espíritu familiar ayudando a quienes lo necesiten en cualquier lugar del mundo.
A todas ellas, a todas las madres Cubanas, por haber dado a luz nuestros mejores sueños, ¡FELICIDADES!