Se verá “El camino de la vida” de Isabel Santos en la IX Muestra de Cine Cubano en Albacete.

Frente a la sinuosa corriente post documental, la realizadora Isabel Santos nos entrega el mediometraje “El camino de la vida”, una oportuna producción del ICAIC, cuyo texto es incorporado al basto anaquel de la memoria histórica. ¿Su protagonista? Isabel Álvarez Morán, una española afincada en Cuba que vivió los horrores de la Segunda Guerra Mundial: la arremetida golpista liderada por el dictador Francisco Franco, que truncó La República, y el cerco de la Alemania nazi contra la ciudad de Leningrado.

La documentalista nos construye un relato afincado en los recuerdos de esta mujer excepcional. Toma su voz, sus palabras, los dibujos de sus gestualidades, para revelarnos una erguida fotografía en claro retrato humano. Recicla su escritura en primera persona ponderando algunas zonas de sus recuerdos, de la memoria construida como líneas en verbos, reviviendo las notas de un sustantivo libro.

Isabel Santos escucha y distingue los silencios de esta superviviente. El espacio “mudo” en el que tantas veces se refugia el dolor y las agudas historias. Con esta pieza documental, su autora nos invita a razonar desde la emotividad.no y el empeño por la vida; los crudos pasajes montados como partes esenciales de la narración que la realizadora nos escribe con hondas palabras y acertada luz o la familia, que no está superpuesta, anida en la génesis de su existencia, son parte de los aciertos de El camino de la vida.

La también actriz apela a su probada experiencia de pulsar los sentimientos, las emociones, la mirada. Se sirve del cuidadoso diálogo para reverdecer pasajes escritos por Álvarez Morán en su libro autobiográfico Historia de una niña de la guerra, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales.

La fotografía está sustentada por un concepto: la búsqueda del lúcido retrato, la intencionalidad de legitimar las historias, el discurso y la corporeidad del personaje. Indaga la cámara donde moran símbolos y recuerdos, en los recovecos de su casa. Encuadra en primeros planos o planos detalles la cadencia de sus manos, el brillo de sus ojos, el hacer de sus cotidianeidades.

Logra penetrar en los perfiles de su vida, en los claros de luz que le habitan. Escribe con la lente objetos que son parte de esa entendida acumulación, ante una mujer que no poseía nada. El director de fotografía Rafael Solís escruta, discrimina, conversa con la heroína mientras exhibe los pliegues del tiempo entonando su cometido hacia los derroteros de la evocación.

“No me voy a morir nunca porque ya tengo una película”. Es una declaración de esta gran mujer, revelada por Isabel Santos, que forma parte de los diálogos no publicados en el filme. Un significante enunciado del valor de la memoria y el empeño por contar una historia que el tiempo no debe borrar. El camino de la vida es singular huella de ese esfuerzo.

La autora fílmica sitúa a la escritora en el eje de todas nuestras miradas. Desgrana su historia con otras fuentes que enriquecen el trazo del filme, la curva de la emocionalidad. El humor y la reflexión también tienen espacio por esa ya expresada y requerida autenticidad que exigen los preceptos del género. Las fotos de familia, los objetos del recuerdo, las imágenes de archivo, fortalecen el discurso de sus narraciones erigidas como piezas de valor iconográfico.

La noción de identidad y los capítulos que corresponden a memoria e infancia, son resueltos y entendidos como relatos; narraciones que ponen en tensión un nivel experiencial, autobiográfico, imposible de reducir e insertar en otra estructura social. Pero, esta pieza fílmica no es, obviamente, un reflejo directo de una realidad pretérita. Ha sido voluntariamente moldeada por su narradora apelando a la creación de otros significados, los del presente.

No se trata de construir por construir, más bien de edificar coherencia, sentido del ritmo, puntos de giro o el acertado despliegue de códigos. En este filme, Isabel Santos compone su obra, escrita como halos de singulares dimensiones que reciclan elementos tomados de la protagonista y del reservorio documental.

En esta cometida de convocar palabras e imágenes, devenidas metáforas, está presente el oficio y la sabia de la montadora Beatriz Candelaria: hilvana en acertados tempos, en requeridos ritmos, las muchas horas filmadas o las fotos o filmes de valor documental, rescatadas del olvido o dilatados silencios. Una composición en la que cada núcleo de la escritura evoluciona como delgados anillos, muchas veces imperceptibles. Un texto de erguidas luces en el que la música es parte del silencio, cuando se trata de narrar la memoria.

Dentro de la IX Muestra de Cine Cubano en Albacete 2017, podremos disfrutar de este documental. Toda la información en www.muestradecinecubano.albaceteporcuba.com

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